Gabriel llamó a su hija desde la micro.
Le dijo que tuviera un buen día,
que si todavía le dolía la guatita
y que la amaba.
Su hija le dijo que no podrían verse el sábado.
Gabriel cortó, y lo miré de reojo.
La pantalla de su celular estaba agrietada,
tal vez tanto como el tono de su voz.
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