Sòlo me hablò para que no me durmiera de nuevo.
"Te puedes pasar", me dijo.
Me contò de su esposo y de sus nietos.
De las sillas que quiere cambiar.
Sus ojos eran verdes y sus venas ardìan de sangre.
Tal vez se llamaba Clara,
como la canciòn que empezò a sonar en mi pendrive.
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