Primero hablamos en el paradero.
Yo tomé una micro, supuse que él otra.
La otra micro pasó a la una; y ahí estaba él, tocando.
Dos paraderos más, y ya estaba escuchándolo.
Sus ojos se cerraban, mi piel se erizaba.
Fue imposible no hablar de nuevo al bajarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario