30 abril, 2011

Flaneur

Salgo de mi casa, son las seis, siento el calor del sol en mi rostro y el frìo del viento del atardecer. Comienzo a caminar y observo a las personas que pasan por mi lado. Algunas se ven cansadas, otras felices por el paseo del dìa anterior, y otras simplemente no se ven.
Camino lento y contemplo con atenciòn el juego de un grupo de niños. Esto me hace recordar cuando yo tenìa ocho años. Me detengo por un minuto. Reflexiono sobre las cosas de ese tiempo que ya no estàn. Comienzo a correr, muy ràpido, casi con desesperaciòn, como tratando de recuperar lo perdido. Ya no veo nada, sòlo siluetas.
Ya con màs tranquilidad regreso a mi casa, y me encuentro de casualidad con mis amigos de infancia, nos miramos con ternura. Estoy ahì frente a ellos, y a la vez no lo estoy. Creo que la amistad no se ha perdido, o al menos los recuerdos. Quizà lo ùnico que hemos perdido es la inocencia y vivir sin preocupaciones.

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